Tiempos complejos en Deportivo Morón por estas horas. En todos los planos: deportivo y básicamente el fútbol y el económico.

Desde el año 2013 el club se encontró de un día para el otro con una estructura colosal que con el tiempo demandaría mantenimiento adecuado, los espacios necesarios para que cada actividad pueda crecer en cantidad y calidad, agregado a que la erogaciones pasaron a ser mayores.

Casi 11 años después, y potenciado por los tiempos de crisis que padece el país, cuesta cada vez más llevar a cabo el cumplimiento, léase de pagar sueldos, servicios, cargas sociales y mantenimiento.

Los ingresos no están ala par de los egresos y la dirigencia debe hacer malabares para tener en orden la historia remando en dulce de leche.

Las razones son varias, una exigua cuota social comparada con clubes similares y un miserable ingreso de las concesiones con contratos extendidos por gestiones anteriores que dejaron el club en el año 2019, no sin antes extender los mencionados contratos hasta el año 2029, que le hacen perder ingresos siderales a la actual conducción.

Todo deriva en que el personal no cobre en tiempo y forma, lo que repercute en su ánimo, que el mantenimiento no sea el ideal, que haya eventos para cada necesidad imperiosa del club y que uno de los mejores estadios del país sea pintado por sus hinchas. Ni hablar del humor de los hinchas y socios en cada adversidad futbolística en donde la responsabilidad del área alternó buenas y malas pero nunca estuvo ni cerca de conseguir lo soñado; el regreso a la más altas esferas del fútbol argentino.

Tiempos de reflexión como punto final, el ser dirigente de un club es asumir un compromiso que debe demostrase día a día. No todos lo entienden, antes, ahora y siempre.

Por Luis Gambino