Un groso de la vida: chofer de la Línea 269 manejó vestido de payaso y regaló golosinas a los pibes por el Día del Niño
CUESTIÓN DE ACTITUD

Un groso de la vida: chofer de la Línea 269 manejó vestido de payaso y regaló golosinas a los pibes por el Día del Niño

La jornada de sol que acompañó el domingo el festejo del Día del Niño tuvo un condimento extra con una original idea plasmada por un chofer del colectivo 269 (atraviesa Morón y Castelar), que sus compañeros difundieron y aplaudieron.

Un groso de la vida: chofer de la Línea 269 manejó vestido de payaso y regaló golosinas a los pibes por el Día del Niño

Redacción El diario // Martes 22 de agosto de 2017 | 11:39

 

Si bien en nombre del conductor no trascendió, lo que sí estalló en las redes fue su noble y maravilloso gesto, que despertó sonrisas a lo largo de sus horas de trabajo recorriendo las calles del conurbano oeste. Es que el hombre, a la hora de salir a realizar su recorrido, se disfrazó de payaso, se pintó para la ocasión, y adornó con globos el colectivo para homenajear a los más chiquitos. Además, llevaba paquetes de caramelos y chupetines, que les regalaba a los pequeños que subían a la unidad.
La sorpresa inicial de los pasajeros se convertía en un agradecimiento sincero a medida que se enteraban del motivo del look de ese anónimo que conducía, al que seguramente hoy verán con su uniforme habitual y tal vez hasta cueste distinguirlo. Es que a él no importaba tanto el lucimiento personal: con la mueca sonriente de los verdaderos protagonistas del domingo le bastó para volver a su casa a compartir la experiencia con los suyos. Una obra de arte digna de imitar. Y de aplaudir.

Si bien en nombre del conductor no trascendió, lo que sí estalló en las redes fue su noble y maravilloso gesto, que despertó sonrisas a lo largo de sus horas de trabajo recorriendo las calles del conurbano oeste.

Es que el hombre, a la hora de salir a realizar su recorrido, se disfrazó de payaso, se pintó para la ocasión, y adornó con globos el colectivo para homenajear a los más chiquitos. Además, llevaba paquetes de caramelos y chupetines, que les regalaba a los pequeños que subían a la unidad.

La sorpresa inicial de los pasajeros se convertía en un agradecimiento sincero a medida que se enteraban del motivo del look de ese anónimo que conducía, al que seguramente hoy verán con su uniforme habitual y tal vez hasta cueste distinguirlo.

Es que a él no importaba tanto el lucimiento personal: con la mueca sonriente de los verdaderos protagonistas del domingo le bastó para volver a su casa a compartir la experiencia con los suyos. Una obra de arte digna de imitar. Y de aplaudir.

 

FUENTE: PRIMER PLANO

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